"La inspiración es como una mariposita ciega y sorda, pero muy luminosa"

martes, 1 de diciembre de 2009

... sin título










Aunque el otro día me exorcicé el miedo a decir perdón, este sentimiento-sensación-incluso estado es inseparable de la condición humana, aunque en diferente grado según la persona.
Miedo a dejar en 23 días mi ciudad. Por que sí, París es mi ciudad. Nunca, ni siquiera ésa ya lejanísima noche del 12 de enero que llegué cargada de maletas a un recondito hostal de Bastille, me sentí extraña. Si en algún momento dije que Madrid era una madre, que acogía a cuantos llegaban sin hacer distinciones, puedo decir que París es mi madre. Me debería penar no haber descubierto Francia, pero en realidad no me molesta lo más absoluto. Seguramente que si volviera a tener la oportunidad de disfrutar de la madre de las ciudades, no me querría perder una noche de sábado canalla, en la que les fils-à-papa del XVIème se entremezclan con los hijos de inmigrantes de Belleville.
Como muy bien dice Pem, a mí también me da miedo que, con mi marcha, todo siga igual: mi portero seguirá preguntando a todo el mundo a qué casa va, el perro del clochard de debajo de casa no se inmutará cuando su dueño se vaya a asear, los pollos de las epiceries de la rue Martyrs girarán en el horno, Le Fourmis se llenará cada noche, la puerta del MacDo de Pigalle continuará estando llena de chungos, los acordeonistas se reunirán en el andén de la línea 12 dirección Mairie d'Issy a las 10 de la mañana, la concierge de la oficina de Efe saludará con tanto amor a quien entre, las filas del Museo Grevin serán kilométricas, los chinos de mi tratoría seguirán vendiendo ese pollo con curry tan rico, las velib's seguirán recorriendo París, La Cinemathèque y Le Forum des Images programarán películas que no podré ver nunca, Stéphane seguirá pinchando "Qué viva España!" a las chicas españolas que entren en el O'Sullivan de Châtelet, la Tour Eiffel seguirá iluminándose cada hora en punto, cada invierno pondrán la patinoire en Hôtel de Ville, los parisinos y las parisinas seguirán siendo los más guapos y las más guapas del mundo, París será la capital de la moda, Montmartre conservará la esencia de la bohemia, el espiritú de Amélie seguirá flotando entre las calles adoquinadas, las sirenas para posible emergencia seguirán sonando el primer miércoles de cada mes a midi, el passage olerá cada soir a las pipas de fresa de la tetería, ....

3 comentarios:

Óscar Valero dijo...

Melancolía, Inma.
Mi drama es que París siguió haciendo esas cosas mientras yo no estaba, y vosotras pudísteis verlo. Seguramente París no nos echará tanto de menos.
Lo bueno, sí, hay cosas buenas, es que seguirán pasando esas cosas cuando vuelvas, en todos los barrios seguirá habiendo Velib's y chic y podrás retomarlo como si nunca te hubieras marchado.
Si quieres volver, volverás y será mejor que nunca.

Anónimo dijo...

Que bueno que duela dejar algo...que la partida te estremezca, significa que viviste de veras, que fue verdadero, que sera inolvidable.
Te llevaras Paris en tu memoria y en algun rinconcito de la ciudad permanecera el espiritu de tus dias de champan y rosas
Mai

PEM dijo...

Aunque tengas razón y todo lo cotidiano vaya a seguir igual... yo creo que algo sí que cambiarán nuestras ciudades... es imposible que no sea así!! después de todo, les hemos robado tanto......