La vida puede parecer infinita en su injusticia, puede
golpear donde más daño hace, procurando un dolor desgarrador, de esos que dejan una
resaca profunda y duradera.
La vida te da y te quita. No poseemos nada. Estamos a su merced.
Y a pesar de ello, no somos conscientes de que nuestra vulnerabilidad es
eterna.
Nunca pensamos que cada segundo es un regalo, que no podemos
desperdiciarlo con asuntos mundanos mezquinos. Que no merece la pena darle
importancia a cosas estúpidas. Que estamos de alquiler.
Y que sí, que es muy importante lo que los demás piensen de
ti. Que te admiren, que te quieran, que piensen en ti, que te adoren, que te
cuiden, que te canten, que te acaricien, que te dibujen, que te susurren, que
te den amor… como pago a tu admiración, a tu cariño, a tu dedicación, a tu buen
humor, a tus palabras de apoyo, a tu preocupación por ellos, a tu entrega sin
esperar nada a cambio.
Porque eso es lo único que nos hará inmortales, más allá de
esta vida de alquiler. Tú ya lo eres, P.
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